El reto pendiente del sur de Madrid
Hablar de vulnerabilidad es ir más allá de la pobreza. Supone reconocer un entramado de factores que no solo limitan el presente de quienes los sufren, sino también sus expectativas de futuro.
3/7/2025


En el sur de la capital, donde el ruido del centro se apaga y comienza la ciudad de los márgenes, Villaverde expone con claridad las consecuencias de un urbanismo desigual. Más que una simple periferia, este distrito encarna las tensiones que surgen cuando las estructuras económicas y sociales no logran garantizar condiciones de vida dignas. Y lo hace desde una herida silenciosa: la vulnerabilidad social y su impacto directo sobre la salud.
Hablar de vulnerabilidad es ir más allá de la pobreza. Supone reconocer un entramado de factores —precariedad laboral, discriminación, acceso desigual a servicios— que no solo limitan el presente de quienes los sufren, sino también sus expectativas de futuro. En Villaverde, esta vulnerabilidad se vive tanto desde la escasez material como desde la percepción de abandono institucional. Son dos caras de la misma moneda: la desigualdad estructural y la vulnerabilidad subjetiva, que juntas erosionan el bienestar físico, emocional y colectivo.
Las consecuencias para la salud son profundas. No solo por la falta de recursos sanitarios adecuados, sino por un entorno urbano que no favorece el cuidado. La contaminación, la carencia de espacios públicos adecuados o la dificultad para acceder a centros de salud se suman al estrés crónico, a la ansiedad, al deterioro silencioso que marca el cuerpo de quienes viven en la periferia olvidada. Las estadísticas ya no sorprenden: más enfermedades crónicas, peor salud mental, menos esperanza de vida. Pero los datos, sin acción, solo refuerzan el diagnóstico.
En este contexto, los llamados “barrios vulnerables” no son únicamente territorios pobres. Son espacios donde se acumulan condiciones desfavorables y donde la estigmatización pública alimenta un círculo vicioso: sin inversión no hay mejora, y sin mejora no hay inversión. En Villaverde, esto se traduce en un debilitamiento de las redes vecinales, pérdida de cohesión social y una ciudadanía que, pese a todo, sigue sosteniendo el barrio desde abajo.
¿Y las instituciones? Aunque ha habido iniciativas, las respuestas suelen ser parciales. Se combate el desempleo sin abordar la precariedad estructural. Se instalan servicios sin conectar con las necesidades reales de la comunidad. Se diseñan planes sin contar con quienes conocen el barrio desde dentro. Por eso, avanzar requiere otro enfoque: multidimensional, inclusivo y profundamente participativo.
Las soluciones existen y no son abstractas. Reforzar las infraestructuras básicas, garantizar viviendas dignas, promover espacios verdes reales y accesibles. Pero sobre todo, escuchar a la gente. Fomentar la participación, reconocer el conocimiento vecinal, redistribuir el poder de decisión sobre el entorno. Y hacerlo desde una perspectiva que sitúe la salud —física, mental y comunitaria— en el centro de la política urbana.
Desde iniciativas como Eco Conexión Villaverde, se están tendiendo puentes entre sostenibilidad, justicia social y salud colectiva. Porque si algo demuestra este distrito es que la vulnerabilidad no es un destino, sino el resultado de decisiones políticas. Y que cambiar esas decisiones es posible si cambiamos también el modo en que entendemos la ciudad.
No basta con “hacer por” Villaverde. Es hora de construir con. Porque solo así será posible una ciudad que no se quiebre en sus bordes.